Historia del Naipe
por Antonio García Rua
Desde que el hombre es hombre, más aún, desde mucho antes, existe el juego. Ya juegan los animales, sobre todo los que llamamos «superiores», esto es, Aves y Mamíferos; y buscando con curiosidad seguro que podríamos encontrar muchos comportamientos que responden al concepto de «juego» en muchos animales inferiores.
Habría que empezar por definir lo que es el juego. En principio, entendemos por «juego» aquellas conductas que no reportan beneficio directo, mas que el entretenimiento, o sea, se hacen para «pasar el rato». Pero esta definición es totalmente engañosa. Nada hay mas útil que el juego, y la prueba esta en que no hay mas que abrir los ojos para ver alrededor la gran actividad desplegada con la excusa del juego, y no sólo en la especie humana.
Hemos dicho que los animales juegan, sobre todo en la fase de cachorro. Y no sólo pasan el tiempo, sino que además practican para la vida adulta: Los machos luchan entre sí, logrando al menos tres veces efectos positivos: Se fortalecen y desarrollan sus capacidades, practican para la caza y van estableciendo la jerarquía que tendrán posteriormente en la organización social de la manada. Las hembras juegan y desarrollan las mismas capacidades, aunque la jerarquización no suele ser tan fuerte.
Y resulta que el hombre es el animal de infancia más prolongada, hasta el punto de que algunos siguen siendo niños hasta lo 90 o más años. Quiere eso decir que el juego, eso tan infantil, forma parte de nuestras vidas con mucha más fuerza de lo que pensamos. Ya lo dijo Joham Huizinga en su libro «Homo Ludens«: El juego es la base de la cultura. Juega todo el mundo, a todas horas, mal que le pese. Todos estamos deseando participar en «juegos amorosos»; todos queremos que «nos toque la lotería»; los grandes hombres de negocios «juagan a la bolsa»; en las elecciones, se juega algo tan importante como es el poder; y cada semana se movilizan millones de personas para seguir las evoluciones de unos cuantos jugadores de cantidad de deportes en todo el mundo. Y no dejamos de practicar, aprender, prepararnos para el futuro, establecer jerarquías.
¿Cómo serían los primeros juegos humanos? Debemos buscar entre nuestros parientes más próximos, que son los simios. Los chimpancés están muy estudiados, se les ha visto jugando desde su más tierna infancia a las peleas, a perseguirse, a columpiarse de las ramas de los árboles. Posiblemente nuestros ancestros hacían lo mismo: Peleas, carreras, saltos, piruetas. En resumen, habían inventado el «atletismo» y varias modalidades de boxeo y lucha.
Porque hay que distinguir, grosso modo, dos grandes familias de juegos. Por un lado, aquellos en que la fuerza y la destreza física son predominantes, que han pasado a ostentar el pomposo título de «deportes»; por otro lado, aquellos en los que priman la destreza mental y la suerte, que conservan el nombre de «juegos», con diversos apellidos, destacando los «de mesa», casi coincidentes con los «de tablero».
En algún momento aparecieron los «juguetes»: objetos con los que se juega. Los primeros juguetes serían las cosas más corrientes que más a mano se tienen: piedras, palos, huesos. Las piedras se fueron seleccionando hasta conseguir que fueran lo más redondas posible, y surgieron los juegos «de pelota»; los palos se usaron directamente, a modo de armas, para juegos de lucha que desembocaron en la esgrima y similares; y la combinación de pelotas y palos originó la cantidad de deportes como el tenis, el golf, el hockey, etc.
Entre los huesos, hay uno muy especial, localizado en el talón de los rumiantes: La taba, que los científicos llaman astrágalo, es muy particular. Es un hueso de seis caras, pero dos de ellas son estrechas y curvas, de modo que no se cuentan; pero las otras cuatro caras permiten el apoyo en equilibrio estable de la taba, al arrojarla hábilmente al suelo o sobre una mesa. Hay una cara convexa, que se suele llamar «panza»; una cara cóncava, llamada «hoyo»; y dos caras aproximadamente planas, triple de largo que de ancho, que permiten un equilibrio algo más precario que las dos primeras, Éstas dos reciben los nombres de «rey» y «verdugo», y por su mayor dificultad de mantener el equilibrio tienen mayor valor. A la taba se jugaba extensamente, y no sólo los niños, sino también los mayores. Los gauchos entretenían sus largas veladas en la pampa argentina jugándose hasta las pestañas con tabas de vaca, fáciles de conseguir por allí. Y quedan algunos pueblos en España que mantienen la tradición, aunque sólo sea un día al año, por las fiestas, de jugarse los dineros a las tabas.
Pero la taba tiene un doble componente, de habilidad al lanzarla y de suerte al caer. Y es fácil que a alguien se le ocurriera sustituir la taba por un taco de madera cortado en forma de hexaedro o cubo, y nació el dado. Tal vez al principio las caras del dado se nombraron recordando las caras de la taba, pero pronto se numeraron las seis caras y surgió el moderno juego tal como jugaban ya extensamente los egipcios, los mesopotámicos, los chinos y otras culturas hace algunos miles de años.
Los juegos «de mesa» se inventaron, seguramente antes de que se inventara la mesa, pues el lugar de sentarse era el santo suelo, y las tabas o los dados se tiraban allí mismo. Y también sobre el suelo se inventaron los juegos » de tablero»; antes de que se inventara el tablero. Tal vez el primer juego de este tipo fuese simplemente cuando en vez de contar los puntos de cada tirada aislada se sumaban los de varias tiradas sucesivas. Una forma muy simple de hacerlo es ir marcando rayas en el suelo, a lo largo de una línea trazada antes. Y gana el que primero suma los puntos estipulados, o sea, el que llega antes al extremo de la línea preparada. Y a lo mejor se añadieron premios intermedios, o castigos intermedios a los que hoy alcanzaban exactamente ciertos valores, y de este modo se originó el popular juego de la Oca, que se sigue practicando hoy. Y muchos otros juegos de tablero, anteriormente jugados sobre el suelo o dibujados sobre una tela fácilmente enrollable, antes de que se hicieran los tableros de madera o de arcilla. Y ya no había que trazar rayitas a cada tirada, porque se inventaron las fichas o trebejos que se iban moviendo por el tablero al compás del dado.
Todos estos juegos combinan la habilidad mental con la suerte, al depender del valor que marquen los dados.
Pero hay un juego en el que se ha eliminado casi por completo la suerte, dejando sola la habilidad: El ajedrez. De origen oriental, la leyenda lo sitúa en la India, se extendió profusamente por todo el orbe conocido durante la Edad Media. Se ha suprimido el dado, pero se han inventado varias categorías de fichas. Peón, caballo, torre, alfil, rey, reina, cada cual con sus propias reglas de movimiento.
Por otro lado, los dados se solían tirar de dos en dos o de tres en tres. Al colocar dos dados juntos, alguien pudo ver la posibilidad de jugar directamente con las posibles combinaciones, y se inventó el dominó, que es como si escogiéramos parejas de dados ya lanzadas. Y se añadió la «blanca», que representa el valor cero, lo cual es un adelanto filosófico. La Nada, el Vacío, el No-Ser. Y no sólo eso, se inventó el respaldo o dorso, igual en todas las fichas, de modo que cada jugador puede solamente ver sus propias fichas y no las de los demás.
Poco a poco, han ido apareciendo todos los componentes de la baraja. Tenemos numerales del 1 al 6, en algunos dominós chinos hay hasta el 9, las figuras del Rey, Reina, Caballo, el respaldo. Ya casi tenemos inventada la baraja, sin mas que echarle algo de imaginación y recombinar los distintos factores. Solamente nos faltan dos.
Para encontrar los orígenes definitivos de la baraja debemos buscar sus componentes primordiales: Papel y Tinta. Y ésta búsqueda nos lleva indefectiblemente a Extremo Oriente, en donde se inventaron ambas cosas. Hacia el siglo VIII los chinos inventaron el papel, a partir de paja de arroz bien triturada y desleída en agua. Ya en el siglo XI se pusieron en circulación los primeros billetes de banco, que eran simples tiras de papel de unos 2 ó 3 centímetros de ancho por unos 10 ó 12 de largo, impresos por una cara con un sello imperial que garantizaba su valor, a veces de diferentes colores según el importe del billete. El otro lado quedaba sin imprimir, blanco liso, y, de este modo un fajo de billetes se convirtió en la primera baraja de la historia: Una serie de fragmentos de papel del mismo tamaño y reverso, diferentes en su valor por el anverso. Y seguramente con el primer fajo de billetes nació el primer juego de naipes: Pudo ser «a ver si adivinas de cuánto es este billete», o bien » a ver quién saca el billete mas alto». Luego se podría empezar a buscar combinaciones de valores, y ya tenemos un juego de naipes en toda regla.
Los naipes chinos que actualmente se siguen usando se parecen a esta descripción, pero son muy diferentes de las cartas occidentales. Y por eso tenemos que avanzar una etapa en la ruta de la seda, y pararnos de nuevo en Persia, en donde el juego nacional era y es el polo: Perseguir una pelotita a golpes de palo, desde lo alto de un caballo. Y aquí se originan los cuatro palos típicos: Oros, en realidad podrían ser las pelotas de polo; Copas, que no se sabe a ciencia cierta qué representaban en un principio; Espadas, que todo caballero medieval, musulmán o cristiano, es igual, debía llevar al cinto; y Bastos, sin duda palos de polo en su comienzo. Se adaptan las series de 9 ó 10 numerales, tal vez en recuerdo de los puntos del dado o del dominó; y se forjan las figuras, tal vez tomadas del juego de mesa por excelencia: El ajedrez, ampliamente extendido por todo el mundo medieval. Este proceso habría tenido lugar hacia el siglo XIII, y durante el siglo siguiente, los comerciantes árabes lo trajeron hasta Europa.
Porque hasta el último tercio del siglo XIV no hay ninguna mención a los naipes en Europa. Tal vez la primera cita de la palabra inequívoca «naip» sea la que se contiene en el libro «Diccionario de la Rima», de Jaime March, fechado en 1371. No podía ser de otra manera, España era el principal nexo de unión entre moros y cristianos, y por aquí llegaron la mayor parte de las novedades que los árabes trajeron: El primer molino de papel de Europa estuvo aquí, la primera utilización militar de la pólvora que los árabes traían de China fue aquí, la cerámica vidriada en oro y otras mejoras pasaron por aquí, y tantos otros inventos medievales se estrenaron en España.
Lo cierto es que en muy pocos años, lo que duró la década de 1370 a 1380, los naipes se extendieron por toda Europa. Muy poco tiempo más y ya se produce la diversificación en los juegos y en los mismo naipes según los diferentes países: Palos latinos (oros, copas, espadas y bastos) se afianzan en España, Portugal, Iralia, sur de Francia y norte de África, para extenderse después por los territorios conquistados en el siglo XVI; palos anglo-franceses(Corazones, Diamantes, Tréboles y Picas), inventados a mediados del siglo XV en Francia, pasaron muy pronto a Inglaterra y desde allí a los Estados Unidos, que acabaron de imponerlos por doquier en el siglo XX. Palos alemanes(Corazones, Bellotas, Hojas y Cascabeles), en Centroeuropa; palos suizos (Escudos, Flores, Bellotas y Cascabeles), sólo en Suiza.
Mención aparte merece el juego de tarot. Sus orígenes se remontan al norte de Italia, al menos hacia el 1420; en diversas ciudades se usaron tipos algo diferentes, con hasta 96 cartas, pero el que más éxito tuvo fue el que hoy conocemos como Tarot de Marsella, en realidad de origen piamontés, con 78 cartas. Existe gran controversia entre los jugadores y los adivinadores, acerca de qué fue antes, si el tarot para adivinar, del que derivaría la baraja sin arcanos mayores para el juego del populacho, o si la baraja se inventó para jugar y posteriormente se usó con fines mágicos.
Lo cierto es que las primeras noticias del uso de los naipes para adivinar son unos 400 años posteriores a las del juego de naipes.
Pero entre los esotéricos, la teoría más universalmente aceptada es que el tarot debe su nombre y si origen al «Libro de Toth», compuesto por los sacerdotes egipcios hacia el siglo XVII antes de Cristo, como resumen de toda la sabiduría contenida en las pirámides. Los hebreos sacaron esta colección de 22 estampas escondida en el «pectoral del juicio» que porta sobre su pecho el Sumo Sacerdote y que sirve para consultar a Yahvé echando «urim y tummim». Pero desde tiempos de Esdras, allá por el siglo VI antes de Cristo, no vuelve a haber mención alguna de los urim tummim, lo que los esotéricos explican por el gran secretismo que envuelve toda la ciencia oculta de la cábala y la alquimia aún en nuestros días. Según esta teoría, la utilización de las cartas para el vulgar juego no sería más que una degeneración bastarda del sagrado elemento que constituía el nexo entre el sacerdote y la divinidad.
Existe una tercera teoría, incluso más lógica. Dado el parentesco entre los naipes yu el ajedrez, se podría suponer que algún empedernido jugador de ajedrez alguna vez se vio en la necesidad de improvisar unos trebejos para poder echar una partida. Tal vez no tenía a mano más que papel y lápiz y lo resolvió pintando las figuras en trocitos de papel. Es decir, representando al Rey, a la Dama, al Caballo y precisamente la palabra clave «naipe», quiere decir eso, «representante».
Sea cual fuere el origen de los naipes, lo que sí tenemos más claro es su historia europea a partir del siglo XV, en que ya nos encontramos ampliamente extendidos por todos los países cristianos. Rápidamente se diversifican y en cada país, incluso en cada región de Europa se inventa su propia baraja para jugar su propio juego concreto; a partir de la baraja de palos españoles, es decir, Oros, Copas, Espadas y Bastos, que parece ser la original, se crean los otros tipos de barajas que hoy conocemos, y algunas más que se usaron en determinadas regiones y hoy se han perdido. En Francia, a mediados del siglo XV, se inventó la serie más extendida actualmente: Picas, Tréboles, Corazones y Rombos, que pasó a Inglaterra, de allí a Estados Unidos y a todas las colonias británicas, y finalmente al universo entero.
En Italia asistimos a un curioso despliegue de barajas autóctonas, hasta 16 modelos diferentes, según las antiguas repúblicas independientes que conformaban el mapa de la bota; las barajas de la parte Sur son de palos españoles, pero en la zona Norte las barajas son de tipo francés, siempre con modelos propios. Incluso en la zona limítrofe con Austria se juega con baraja de tipo alemán, y ni siquiera siglo y medio de unidad política italiana ha conseguido unificar los juegos de naipes. En Bélgica se empezó a imprimir gran cantidad de naipes a finales del siglo XV, y desde entonces han estado exportándolas al mundo entero, adaptándose a los diferentes modelos de cada país.
Nos da una idea de lo fuerte que es el instinto del jugador, muy resistente a los cambios en la baraja.